Vanesa Badino
Contar mi historia con
la danza.
Mi primera clase de
Ballet fue en un pueblo de Río Negro, a los 11 años con Olga Baratelli, quien
había sido bailarina del Colón. De su mano supe desde el principio que el rigor
era la vida que me esperaba y también que crear era lo que amaba. Que sería
coreógrafa. Ya en Santa Cruz, Silvia Cano quien había integrado el Ballet de
Córdoba, descubrí que ser alta y tener el pelo cortado a lo garcon no me
condenaba a roles de muchachito. Y bailé solos preciosos que con mucha
sensibilidad ella hizo para su alumnita de 12 años de 1 metro 69 de alto.
De regreso en Salta
descubrí la Danza Contemporánea de la mano de Lupe De Pablo. La maestra que se
ofendió cuando no me anoté en el Profesorado Nacional de Danzas de Salta. Y
amadrinó cada paso que dí entre 1990 y mi partida hacia Tucumán para
convertirme en alumna de Danzas en FAUNT.
En Tucumán, encontré
un espacio desbordante de creatividad, con arte para cualquiera que quisiera
ver. Teatro todos los días de la semana, muestras de plástica, conciertos. Y un
grupo de Danza Contemporánea que tenía la mística de una banda de rock. Como
decidimos con una actriz muy querida, procedente de un pueblo también, viajaría
a otros países a hacer lo mío, pero para mí, Tucumán es mi Europa.
Al llegar no tardé en
bailar en Orestes Caviglia como parte de un festival de rock. Pronto conformé
mi propio Grupo con unas compañeras de facultad, Las Misias. Con ellas bailé
con mi panza de 5 meses, con mi bebé recién nacido… y así la danza siguió
entramada en todos los acontecimientos importantes de mi vida.
Más tarde llegó
Andantes con Temennos Zoe, que el INT premió. Bailatrices, con reseña en
publicaciones nacionales, Origami, también reconocida por el INT con otro
incentivo a la calidad. Con un lápiz y
un papel esbocé el Encuentro Regional de Danza Teatro, y tras aquella exitosa
gestión su historia siguió hasta ser hoy el Festival Internacional de Teatro
Danza.
La madurez vino de la mano de La Guardia, la separación de
aquellos colegas (y mi divorcio, paradójico). Enhiesta fue el solo que me
acompañó en numerosos hechos valiosísimos para mí. Y ya como directora, estrené 30.000 motivos
que participó del TXI de Tucumán. Aduana Imaginaria, Infima, Leve, Ocaso
Suburbano, El regalo de las Hadas, Bandonium, Not a soul to hear. Work in
Progress fue un unipersonal que me colmó en más de un sentido.”
Cinematográfico”, fue el adjetivo que más me gustó recibir. Y ahora pienso que
también trabajé solo como actriz, con El Circo, en 5 escenarios un crimen, con
los maestros que el INCAA envió en 2013.
Muchas otras cosas hice, tomar clases con Ana Teitelbaum y
siempre con Beatriz Lábatte, por ejemplo. Pero una página sola debía escribir.
Y lo agradezco, ya que haberlo podido hacer, me ayuda a superar la crisis de
los 40. Todavía puedo sentir que lo vivido hasta hoy ha sido breve.
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