Sonia Saracho

Mi relación con el teatro está atravesada por una paleta de distintos colores y sensaciones, siempre cambiantes, fluctuantes: alegría, trabajo, esfuerzo, sufrimiento, creatividad, profundo disfrute. El teatro instala de manera simultánea un espacio de confluencias y de combate: de miradas, de presencias, de historias, de momentos. Me convoca el encuentro con otros: con los actores, con director@s, con técnicos, con el público. Y más lejos: con distintas historias, con otros contextos, con otras voces. Me enamora esa particularidad de ser efímero, volátil y a la vez perdurable. Cuando veo teatro, cuando hago teatro, cuando investigo acerca de las prácticas teatrales me atraviesan la energía de los cuerpos, me conmueven los decires de esas voces que evocan otras voces, los lenguajes de la escena… desde niña me maravillaba esa escritura fugaz e inesperada de la puesta en escena. Un discurso atravesado por otros discursos, un discurso que denuncia o enmascara, que provoca, que inquieta, que apasiona. Un discurso propio y ajeno a la vez, complejo, polifónico, un discurso que hace emerger voces silenciadas. Una práctica social que permanece y se reformula infatigablemente. Y aún así, el teatro desliza sus huellas intangibles en nosotros, en nuestros cuerpos, en la configuración de nuestras identidades y en la memoria de toda una comunidad. Tucumán, junio/2015.-

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